La noche estaba ya candada cuando aterrizó en Heathrow. Cuando se aterriza por primera vez en un país, la sensación de sorpresa que se espera no se produce hasta abandonar la terminal; estos pequeños consulados neutrales consiguen transmitir al viajero, la impresión de ser uno más. Es más tarde, en el bus o en el taxi, cuando se empieza a tomar consciencia del lugar al que se llega, incluso, del idioma en el que se habla. Julio era consciente que su nivel de inglés le traería más de un quebradero de cabeza en Londres, pero no podía imaginar que desembarcar en una de las ciudades más grandes del mundo, con la ceguera de la noche, en mitad de un diluvio, doblaría sus carencias.
Julio estaba nervioso, excitado. Un romántico de provincias, sólo, en Londres; con una dirección en el bolsillo, donde él sabía, le esperaba el amor. Con menos recursos que una sentencia de Salomón, a Julio no le quedó más opción que la del Heathrow Connect Train, e intentar aproximarse lo más posible al distrito del reencuentro; el puerta a puerta (taxi), se cotizaba a más de 100 libras.
Cuando Julio bajó en la estación que su instinto le marcó, dudó que hubiese acertado; el chaparrón era de tal dimensión, que era prioridad guarecerse, en detrimento de orientarse. Fue, en ese instante, cuando Julio se percató de las grandes diferencias urbanísticas entre la ciudad del Tamesis y su ciudad extremeña. En Londres no hay portales; él había recorrido, en su infancia, el trayecto que separaba la escuela de su casa bajo intensos aguaceros, de portal en portal, sin mojarse ni una gota.
Julio divisó uno de esos mal llamados puentes, pues no son más que huecos entre las carreteras y el suelo. Corrió hasta él, y una vez a cubierto, encendió un cigarrillo. No habían transcurrido, apenas tres caladas, cuando un hombre llegó corriendo a protegerse hasta donde se encontraba Julio. Después de unas cuantas miradas de tanteo, el hombre se dirigió a él:
- Do you have another cigarrette for me, please? (tienes un cigarro, por favor)
Julio algo descolocado, contestó lo que solía contestar en clase de inglés, cuando el profesor le sorprendía distraido, y a traición le preguntaba.
-I don´t understand (no te entiendo)
Esta frase le sobró al hombre, para darse cuenta del origen castellano-parlante de Julio, y se apresuró a deshacer el entuerto:
-¿eres español?, yo soy cubano chico, soy músico, me dirijo al Pueblito Paisa, a buscar un falso contrato laboral que me permita quedarme en el país.
Julio respiró profundamente, y con la sonrisa que le caracteriza, apretó la mano del cubano.
-yo también soy músico, estoy en la ciudad para reencontrarme con una mujer.
La conversación empezó a fluir, como si se conocieran de toda la vida; de haber tenido sus instrumentos, no hubiera sido extraño que se hubiesen puesto a tocar.
Trazaron el plan, para cuando amainara la lluvia; Julio acompañaría al cubano hasta el Pueblito Paisa, y este después, le llevaría encantado hasta su amor.
CAER EN GRACIA: dícese de la cualidad de algunas personas para ganarse la simpatía de los extraños, sin pretenderlo, sin fingir, sin renunciar en ningún momento a su verdadera personalidad.
A Julito.
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